Ira
¿Sabéis ese momento de vuestra vida cuando ya habéis decidido que el resto del mundo se tiene que ir a la mierda? Cuando ya te has cansado de las burlas y las risas, ese momento exacto donde ya has llegado al límite y solo puedes pensar en una cosa, matarlos a todos.
A mí me paso con quince años. Aún recuerdo el momento en el que entré en casa del abusón del instituto. Vestía completamente de negro, le cogí los guantes de cuero a mi padre y el hacha que teníamos en el garaje.
El primero en morir fue el padre, bajo al primer piso para ver quien había entrado, no le di tiempo a reaccionar, le clave el hacha en el pecho, oí como los huesos del pecho crujían y se partían, boqueo un poco y se desplomó en el suelo, la sangre roja y espesa cubrió la tarima de madera. Seguía vivo así que le aseste otro hachazo, pero está vez en la cabeza que se abrió como un melón maduro, cuando saque la hoja del arma rechino con el hueso y la masa gris comenzó a fluir de la herida. Aún movía las piernas, como una macabra burla a un baile moderno, mientras subía al segundo piso.
La segunda persona en morir fue su madre, vi una cabeza asomada detrás de una puerta, llamaba a su marido, lo único que le contestó fue mi hacha. La golpee de lado justo en la unión de la mandíbula, trastabillo hacía atrás y entré en la habitación justo detrás de ella cerrando la puerta. Estaba tan sorprendida que no podía ni gritar, tenía los ojos muy abiertos y llorosos, no entendía lo que estaba pasando. La empuje hacia la cama y ella pensó que la quería violar y puso sus manos delante del camisón, pero en realidad le agarre de la parte inferior de la mandíbula y tiré con fuerza, la piel y los músculos se desgarraron. Intento gritar pero mi hacha acabo en su cabeza, crunch y un chorro de caliente sangre salpico la pared. Salí de la habitación, le tocaba a mi torturador.
Llegué a la puerta de su habitación la abrí de una patada, me estaba esperando armado con un rifle de aire comprimido y me disparó. La herida era pequeña pero molesta, le tiré la mandíbula de su madre al pecho y gritó como una niña, cómo hacía gritar en el Instituto a los impopulares, una sonrisa afloro en mi rosto, lo disfrutaría.
Salí de la casa con una bolsa de basura, dejé allí a un abusón agonizante, sin brazos ni piernas en un charco de sangre mientras gritaba pidiendo perdón, sabéis disfruté mucho el momento


Comentarios
Publicar un comentario