Ronin
Los oía desde hacía un rato, intentando correr silenciosamente entre el bosque, en las cercanías del camino. Sabía a lo que venían, hacía poco que abandonó el último pueblo, dejó siete muertos, su cabeza habría aumentado unos cuantos cientos, ya no recordaba con exactitud el precio, pero si recordaba la última frase del cartel, altamente peligroso y letal.
Salieron repentinamente del bosque, fueron listos y mandaron a tres solamente, no eran suficientes. Con total tranquilidad desenvaino su espada y se preparó para el combate. Uno de los hombres se lanzó hacía el con la espada por delante, con un ligero golpe de su hoja desvió el filo del enemigo, el cuál no tuvo tiempo de reaccionar, ya que una espada corta había aparecido en la mano de su enemigo y se clavaba profundamente en su pecho.
Los otros dos lo vieron todo y decidieron atacarle a la vez, los golpes empezaron a caer y la sangre comenzó a manchar el suelo, pero no era suya. Sus contrincantes retrocedieron intentando recuperar el aliento, tenían el cuerpo lleno de cortes, y se notaban mareados, uno de ellos parpadeo, no volvió a abrir los ojos.
El que aún quedaba vivo, intentaba averiguar como le había cortado la cabeza a su compañero el hombre que intentaban detener, sujetó con fuerza el mango de su espada y avanzo hacia él arrastrando los pies. Entonces lo hizo, modificó el tiempo, lo ralentizo.
Mientras el último asaltante del camino yacía en el suelo, brazos y piernas cortados, mezclando su sangre con el polvo del suelo, entró en el bosque, entonces empezaron los gritos. Sólo pensó en una cosa, a cuánto subirían la recompensa.


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