Casa



Su novio era un imbécil, porque solo alguien así sería capaz de dejarla irse sola por una carretera desconocida en un coche que se caía a trozos. Simplemente se paro, llegó al límite y el vehículo dijo hasta aquí, en medio de ninguna parte. Hacía frío cuando salió del coche, y no había visto otro automóvil desde bastante tiempo, decidió ir andando unos pocos kilómetros por sí encontraba ayuda, si no veía a nadie volviera al coche a esperar.

Avanzo asustada por la carretera rodeada por un denso bosque, hasta que vio un caminito que salía hacía la derecha, penetrando en el bosque. Pensó durante un rato si coger el sendero, seguramente habría una casa al final, razonó, pero también tenía miedo, no le gustó cómo se curvaban los árboles, casi parecía un túnel, solo el aullido de un lobo la decidió.

Al final si que había una casa, una vieja mansión, en medio del bosque. Llegó a la entrada y llamó a la puerta, está se abrió y un mayordomo muy bien arreglado la dejo pasar, la blancura de su piel contrastaba con la oscuridad de su ropa. Con un gesto le indicó que le siguiera, llegaron a un enorme salón, la familia estaba cenando y ella intentó disculparse por la intromisión, pero el padre la mandó callar con la mano y la invito a sentarse a la mesa con ellos, todos tenian el mismo tono blanco en la piel, igual que el mayordomo.

Poco a poco se fue fijando en más detalles, combinado con la blancura tenían los ojos muy hundidos, unas ojeras negras los bordeaban, como si fuera maquillaje y cuando abrían la boca tenían unos horribles dientes rojos. Entonces los cuatro miembros de la familia la miraron de golpe, le sonrieron y parecía que sangrasen por la boca. Ese fue el momento en que lo comprendió, estaba atrapada y nunca volvería a ver al imbécil de su novio, moriría en esa casa.

La tranquilidad de la noche fue rota por un viejo camión de transportes que pasó por al lado de un coche abandonado, el traqueteo ocultó el grito que salió del bosque.

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